Ahmad Bin Mahdi (rajimajul’lah) (m. 272 ​​D.E.) fue un ilustre erudito del hadiz y un gran adorador de Al’lah Ta’ala. Tal era su generosidad y amor por los ulema que había gastado trescientos mil dírhams (monedas de plata) en los ulema de su época.
Una noche, en Bagdad una mujer se acercó a él quejándose de una gran desgracia que la había afligido, y le rogó: “Te ruego por Al’lah que me encubras (y no reveles esto a nadie)”. Entonces él le preguntó: “¿Qué es esta aflicción (a la que te refieres)?”
Ella explicó: “Fui violada y quedé embarazada. (Para evitar la vergüenza y la humillación), le dije a la gente que eres mi esposo y que el hijo que estoy esperando es tuyo, así que por favor no me deshonres (negando esto). Por favor, encúbreme, Al’lah Ta’ala te encubrirá (en el más Allá)”.
Ahmad (rajimajul’lah) permaneció en silencio y no dijo nada. Pasó el tiempo y hasta se había olvidado de eso. Cuando la mujer finalmente dio a luz, el imam de la zona, acompañado de algunos de sus vecinos, se acercó a él felicitándolo por el nacimiento de un hijo. En lugar de negar esto y exponer a la mujer, Ahmad (rajimajul’lah) expresó felicidad y alegría (como si fuera su propio hijo). Al día siguiente, le dio dos monedas de oro al imam y le dijo: “Dáselas a esa mujer para que pueda gastarlas en el niño porque ya no estamos juntos (lo que implica que estaban divorciados)”. Además, cada mes, le enviaba dos monedas de oro a través del imam diciendo: “Esto es para los gastos del niño”.
Esto continuó durante dos años hasta que el niño falleció inesperadamente. Cuando la gente vino a consolarlo, expresó sumisión y aceptación a la voluntad de Al’lah Ta’ala, (como si hubiera perdido a su propio hijo).
Un mes después de que el niño falleciera, una noche la mujer vino a Ahmad (rajimajul’lah) con las monedas de oro que él solía enviarle para devolvérselas . Ella también le dijo: “Que Al’lah Ta’ala te encubra tal como me has encubierto a mí”. Ahmad (rajimajul’lah) le respondió: “Estas monedas de oro fueron un regalo de mi parte para el niño y ahora son tuyas, ya que eres su heredera. Así que puedes gastarlas como quieras.
(Al-Muntazam vol. 13, pág. 284, Al-Bidayah Wan Nihayah vol. 11, pág. 236 y Siyaru A’lamin Nubala vol. 12, pág. 597)
Lecciones:
1. Ocultar las faltas de los demás es una cualidad muy enfatizada en el islam.  Rasulul’lah ﷺ ha dicho: “Quien encubra a un musulmán, Al’lah Ta’ala lo encubrirá en este mundo y en el más Allá”. [Sunan Ibn Mayah #2544] Por lo tanto, uno debe hacer todo lo posible para ocultar las faltas de los demás con la esperanza de que Al’lah Ta’ala oculte nuestras faltas.  La tendencia de “nombrar y avergonzar” que se ha convertido en una norma en las plataformas de redes sociales, donde se espía la vida privada de las personas y luego se transmite con el motivo de atropellarlas, esto contrasta totalmente con los valores del islam.
2. A pesar de que no era la culpa de la mujer, a ella todavía le desagradaba que su nombre y su respeto se mancillaran. Por lo tanto, uno debe hacer un esfuerzo concertado para salvarse de situaciones que comprometan nuestra integridad y respeto, como mezclarse y comunicarse libremente con personas que no son Mahram, visitar lugares inapropiados, etc.
3. Tal fue la preocupación y la generosidad de Ahmad Bin Mahdi (rajimajul’lah), que no solo encubrió a la mujer, sino que incluso proporcionó dos monedas de oro cada mes para los gastos del niño, entendiendo que la mujer tal vez no pueda manejar los gastos. Por el lado de la mujer, su nivel de honestidad era tal que no gastaba el dinero sin necesidad de hacerlo. Incluso a la muerte de su hijo, ella se ofreció a devolverle el dinero. Sin embargo, como que era un regalo para el niño, Ahmad (rajimajul’lah) se negó a recuperar el dinero y se lo dejó a la mujer que era la heredera legítima.