Color favorito… sabor favorito… ropa favorita… plato y postre favorito…
Cada persona tiene gustos y disgustos, y de todas las cosas que le gustan a una persona, cada persona tiene sus artículos favoritos y preferidos. Para uno, puede ser Biryani, mientras que para otros, puede ser Arroz con Pollo. Esta preferencia innata se decide por la inclinación del corazón de la persona.
Sin embargo, así como las personas tienen artículos favoritos, la mayoría de las personas también tienen un hijo favorito. Aunque aman a todos sus hijos, habrá un niño que ocupará un lugar en el corazón que es un poco más especial. En muchos casos, es el hijo menor el que se convierte en el favorito, o el único varón entre muchas hijas o viceversa.
Sin embargo, dado que esta emoción del corazón es involuntaria y no se puede controlar, un padre no será pecador por tener más amor en el corazón por un hijo en comparación con el otro. Sin embargo, lo que SÍ podemos controlar es cómo tratamos a nuestros hijos, por lo que es necesario que nos aseguremos de ejercer la igualdad en el amor y el afecto que les mostramos.
Ya sea que estemos sonriendo con ellos, hablando con ellos, dándoles tiempo de calidad o jugando con ellos, no debemos mostrar preferencia por uno mientras excluimos y evitamos al otro. Aparte de ir en contra de los dictados de la igualdad, lo cual es un pecado, también lleva a que el otro hijo se vuelva celoso de su propio hermano, además de albergar malos sentimientos y odio hacia su padre. Además, el otro hermano a veces desarrolla un sentido de orgullo, arrogancia y superioridad debido al trato preferencial que se le muestra.
Por lo tanto, no tener cuidado en este sentido no es solo un pecado sino una receta para el desastre, aunque los efectos perversos de este desastre solo se notarán años después. En ese momento, debido a que se sienten como si sus padres los hubieran dejado de lado y los hubieran pasado por alto, estos niños a menudo se vuelven rebeldes y desobedientes, trayendo así un dolor sin fin al corazón de sus padres.
Por lo tanto, incluso cuando compramos regalos para nuestros hijos, debemos asegurarnos de ser justos y tratarlos por igual. A un niño no se le debe dar un regalo superior mientras que al otro se le da un artículo inferior. Más bien, uno debe tratar a todos por igual y dar a todos la misma cantidad de riqueza, a menos que haya una razón válida para dar más a un niño, por ejemplo es pobre o está enfermo y no puede cuidar de sí mismo.
Hay que tener en cuenta que el cariño y el amor se muestran de diferentes maneras a niños de distintas edades y de distintos géneros. El padre le mostrará afecto a su hijo mayor llevándolo amorosamente cuando vaya a la mezquita para ofrecer Salah, mientras que le mostrará afecto a su hijo pequeño abrazándolo y besándolo o comprándole algún juguete pequeño. Asimismo, la manera de la madre de mostrar afecto puede ser preparar el plato favorito de un niño o sentarse con el niño y leerle alguna historia del Din.
Por lo tanto, la igualdad no significa que si le leemos un cuento al niño pequeño, también debemos leerle un cuento al hijo que ahora es un hombre joven. Más bien, la esencia de la igualdad, en este contexto, es que el padre debe comportarse con sus hijos de tal manera que ningún niño sienta que es amado menos que el otro.
Si mostramos amor y prestamos atención a todos nuestros hijos, sin hacer que ningún niño se sienta menos amado que el otro, entonces Al’lah Ta’ala estará complacido con nosotros, e Insha-Al’lah, nuestro hogar será un hogar feliz y nuestros hijos tendrán amor el uno por el otro y por sus padres en sus corazones.
Que Al’lah Ta’ala nos bendiga a todos para ser justos con nuestros hijos, y que haga de nuestros hijos la frescura de nuestros ojos, amén.