La era actual es sin lugar a dudas la era de la ciencia y la tecnología. Sólo en las últimas décadas hemos sido testigos de avances en ciencia y tecnología a pasos agigantados nunca antes vistos en los siglos transcurridos. Sin embargo, a pesar de todas las comodidades y mejores condiciones de vida que ha generado, la ciencia también ha traído consigo un problema importante: el rechazo de aquello que no está científicamente probado.

Hubo un tiempo en que las principales religiones del mundo se consideraban el islam, el cristianismo y el judaísmo (aunque actualmente el cristianismo y el judaísmo no son aceptables ya que han sido abrogados por el islam), pero actualmente muchos han comenzado a considerar la ciencia como un tipo de pseudoreligión. La razón es obvia: las creencias de un científico están moldeadas y definidas por los hallazgos científicos. En consecuencia, cuando su sistema de creencias se basa en la ciencia, es justo decir que su religión es la de la ciencia.

Estar mentalizado para analizar y racionalizar [todo] de acuerdo con el método científico es de hecho una forma de condicionamiento mental, y es extremadamente peligroso para el Iman de un creyente. Por lo tanto, es un hecho probado a través de las experiencias de innumerables ulemas que muchos estudiantes musulmanes que comienzan a estudiar ciencias a partir de entonces desarrollan serias dudas con respecto a su Iman, y algunos de ellos incluso se vuelven apóstatas y reniegan del islam (¡que Al’lah Ta’ala nos proteja!).

Incluso entre aquellos que no continúan niveles más altos de aprendizaje científico, debido a la ciencia a la que estuvieron expuestos en la escuela, la influencia de la ciencia todavía se ve en su pensamiento y comportamiento. Occidente concede tal importancia a la ciencia que la gente respeta a los científicos, los tiene en estima y sigue con confianza sus orientaciones. Esto nunca fue más evidente que en el momento álgido del brote de Covid, cuando la gran mayoría de las personas, tanto hombres como mujeres, consideraban su obligación personal y obligatoria el uso de mascarillas y el distanciamiento social.

Fue tal el abrumador cumplimiento, basado en las palabras de los científicos de que salvaría vidas, que incluso si un centenar de ulemas anunciarán desde el almimbar que observar Purdah salvará el Iman no tendría el mismo efecto, aunque las palabras de estos ulemas están basada en el Corán y los hadices. Esto en sí mismo indica el efecto sutil que el adoctrinamiento de la ciencia ha tenido en nuestro comportamiento y creencias.

Como estudiantes en la escuela, siempre se nos muestran los avances de la ciencia. Se nos muestra el descubrimiento de la penicilina, la invención de la pasteurización y otros avances importantes y significativos. Sin embargo, lo que es desleal e injusto es que rara vez –si es que alguna vez– se nos muestran los fracasos y el sufrimiento que algunas veces la ciencia ha causado. Si nos hubieran mostrado la otra cara de la moneda, nos habríamos dado cuenta de que la ciencia está lejos de ser infalible.

De una infinidad de ejemplos, uno que me viene a la mente es el del procedimiento conocido como la lobotomía que fue ampliamente utilizada como forma de tratamiento para pacientes con trastornos como depresión severa, etc. El propósito de la lobotomía era destruir el lóbulo frontal del cerebro: la sección responsable de la memoria, las emociones y las habilidades para resolver problemas. La primera lobotomía fue iniciada en 1935 por un neurólogo llamado Egas Moniz, quien más tarde recibió el codiciado premio Nobel por inventar la lobotomía.

En ese momento, este procedimiento fue aclamado como un gran avance y desató una revolución médica que llevó a que se realizaran más de 60.000 lobotomías sólo en Estados Unidos y Europa en los años siguientes.

Sin embargo, en la década de 1950, muchos países prohibieron la lobotomía alegando que iba “en contra de los principios de humanidad”. La gente empezó a darse cuenta de que en lugar de curar a los pacientes, la lobotomía dejaba a muchas personas completamente incapaces de experimentar ninguna emoción, mientras que muchas quedaban incapacitadas o incluso morían. Como resultado, la maravilla médica de ayer se considera hoy brutal y bárbara.

Este es sólo un ejemplo, y si uno profundiza un poco más, encontrará innumerables casos en los que la ciencia ha despertado a sus errores años después, después de que cientos o miles de personas resultaron perjudicadas. (Para ver más ejemplos, haga clic aquí) Entonces uno comienza a preguntarse cuántos de los hallazgos científicos de hoy serán refutados y desacreditados mañana.

El propósito de este artículo no es criticar innecesariamente la ciencia, ya que reconocemos que la ciencia ha mejorado la vida de muchas maneras (por ejemplo, mediante la invención de muchas tecnologías como el refrigerador, el aire acondicionado, etc.). Más bien, el propósito es resaltar que la ciencia nunca puede tomarse como una guía con respecto a cuestiones de nuestras creencias islámicas y las enseñanzas del Din. Siempre que uno se tope con cualquier investigación o hecho científico, uno debe comparar inmediatamente la perspectiva y enseñanza islámica sobre el tema.

¿Cómo puede un creyente ser tan ingenuo y crédulo como para abandonar las enseñanzas divinas del islam, adquiridas del Corán y los hadices de Rasulul’lah ﷺ por una ciencia que es imperfecta y defectuosa? ¡Es tal la naturaleza voluble de la ciencia que la teoría de ayer, basada en las llamadas “evidencias concretas y pruebas irrefutables” ha sido refutada hoy!

En esencia, un musulmán nunca debe permitir que la ciencia defina y moldee sus creencias y su comportamiento. De hecho, un musulmán debe entender que el Iman es creer en lo invisible (lo cual no está científicamente probado) con la única base de que Al’lah Ta’ala y Rasulul’lah ﷺ le han informado de ello.

Por lo tanto, si alguna vez surge una controversia aparente entre la ciencia y las enseñanzas del Corán y los hadices, debemos dejar la ciencia a un lado y seguir nuestro Din de todo corazón. Sólo nuestro Din del islam es perfecto, completo y comprensivo y nunca cambiará. Han pasado más de mil años y, sin embargo, nuestro islam sigue siendo tan práctico, puro, perfecto y relevante como siempre. Es sólo nuestro islam el que es eterno y sin errores ni fallas.

Que Al’lah Ta’ala nos bendiga con el verdadero islam y la muerte con el Iman, Amin.