Una persona al abrazar el islam, recita la Shahadah, su declaración de fe. Al recitar estas palabras, declara: “Testifico que no hay deidad excepto Al’lah, y que Muhammad ﷺ es Su siervo y Mensajero”.

Esta declaración no es simplemente su introducción al islam, sino que para él y para todos los demás musulmanes, es una comprensión y admisión fundamental y fundacional de que cada uno de nosotros no es más que un siervo de Al’lah Ta’ala.

Como siervos Suyos, Le pertenecemos. No tenemos derechos además de los derechos que Él nos ha dado, y no tenemos libertad más allá de la libertad que Él nos ha permitido. En todo momento confiamos y dependemos de Él para todo. Dependemos completamente de Su Misericordia y Bondad. Sin embargo, siendo Muy Benevolente y Misericordioso, Él nos ha prometido que si somos siervos obedientes, leales y fieles en este mundo, Él nos recompensará con la bienaventuranza eterna del Yannah (Paraíso).

Por el contrario, los incrédulos, en todo momento, se rebelan en contra Al’lah Ta’ala. No desean ser Sus siervos y, por lo tanto, pasan sus vidas buscando “libertad” y “derechos”. Por lo tanto, cuando examinamos las “libertades” y los “derechos” que defienden, encontramos que en la mayoría de los casos la “libertad” que desean es la libertad de pecar, y el “derecho” al que aspiran es el “derecho” de consentir el mal.

En lugar de hacer campaña para alimentar a los niños pobres que están muriendo de hambre en el mundo, hacen campaña para darles a los niños el “derecho” a cambiar de género. En lugar de reunirse para salvar a los niños que sufren en países devastados por la guerra o en guetos y barrios marginales, se reunen para matar a bebés inocentes no nacidos mediante el aborto. Condenan la alta tasa de embarazos adolescentes fuera del matrimonio y la alta tasa de violaciones y enfermedades de transmisión sexual, pero al mismo tiempo celebran la legalización de la prostitución como una “victoria” para la democracia. Condenan el daño causado a la sociedad por las drogas, pero al mismo tiempo presionan para que se legalicen la marihuana/cannabis y otras drogas.

En el bendito hadiz, Rasulul’lah ﷺ mencionó: “El Dunya (es decir, este mundo) es la prisión del creyente y el paraíso del incrédulo”. [Sahih Muslim #7417] En otras palabras, un creyente, siendo siervo de Al’lah Ta’ala, vive una vida de obediencia a Su Señor, sujeto a las restricciones de la sharía, mientras que un incrédulo busca hacer de este mundo su paraíso: una morada de disfrute sin restricciones.

Pero este “ideal y pensamiento” de los incrédulos es una completa falacia, ya que es imposible vivir en el mundo sin restricciones y sin estar sujeto a ninguna autoridad. Por ejemplo, un musulmán se somete a Al’lah Ta’ala y a la sharía de Rasulul’lah ﷺ en el momento de Nikah y Talaq (matrimonio y divorcio), pero un incrédulo será obligado a someterse a las normas de una constitución hecha por el hombre. Un musulmán se asegurará de que el islam gobierne sus negocios y sus finanzas, pero un incrédulo se someterá y entregará su libertad a los bancos y al sistema financiero basado en la Riba (usura). En consecuencia, si no paga sus cuotas mensuales con Riba, se le embargará su propiedad o vehículo. Por lo tanto, pase lo que pase, debe seguir esforzándose y pagando al banco incluso después de haberles pagado más del doble del valor. ¿No es esto una forma de esclavitud a los bancos?

En esencia, los incrédulos simplemente han cambiado y sustituido una forma de esclavitud por otra. En lugar de someterse como siervos de Al’lah Ta’ala, se vuelven esclavos de sus gobiernos, los bancos y sus propios deseos prohibidos – todos los cuales son agentes de Sheytan.

La diferencia es que Al’lah Ta’ala es el Más Bondadoso y Amoroso, y por lo tanto, someterse como siervo a Él uno gana la recompensa del disfrute eterno en el Paraíso. Por otro lado, Sheytan es muy villano, odioso y malvado y, por lo tanto, someterse a sus caminos uno gana una angustia eterna en su morada: el fuego del Infierno.

Es por esta razón que cuando el Sahabi, Rib’i Bin Amir (radiyal’lahu anhu), presentó el islam ante Rustam, el gobernante persa, le dijo: “Al’lah Ta’ala nos ha enviado a sacar a quien Él quiera de la esclavitud de otros esclavos a la esclavitud de Al’lah Ta’ala”. [Al-Bidayah Wan Nihayah vol. 7, pág. 181]

Por eso, debemos recordar en todo momento que no somos más que siervos. No tenemos derecho a cuestionar el decreto de Al’lah Ta’ala, criticar las leyes de la sharía o ejercitar nuestro intelecto en contra de la sunna. Nuestro papel es escuchar sin cuestionar y obedecer sin vacilar. No buscaremos “derechos” y “libertades” que se opongan a la sharía, ya que esto es un acto de rebelión contra nuestro Señor. Más bien, nos someteremos a la firme creencia de que Al’lah Ta’ala ha prometido a Sus fieles siervos la recompensa del Yannah.